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El sadomasoquismo: una estructura circular

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El siglo XVIII, marcado por un libertinaje en las cortes europeas, vio nacer una literatura erótica en la pluma del Marqués de Sade en la cual se ponía en evidencia la imaginación de un goce sin ataduras ideológicas. Eso, obviamente le costó treinta años de cárcel. Un siglo después Sacher-Masoch vendrá a describir en sus novelas otro tipo de práctica erótica en la cual lo central será un goce relacionado con la esclavitud amorosa. No se podría decir que las visiones de Sade y Sacher-Masoch se complementan —como muy bien lo han señalado Gilles Deleuze y Lacan— sin embargo los psiquiatras del siglo XIX encontrarán en la lectura de estas obras literarias la justificación para crear dos cuadros nosológicos complementarios: el de sadismo y el de masoquismo. La influencia de esta visión psiquiátrica será tal, que desde entonces el sadomasoquismo se ha conceptualizado como una pareja, es decir, como dos posiciones vistas en espejo e identificadas en dos compañeros distintos que juegan en dos lados opuestos pero que a la vez se complementan. Freud se deslinda de esta idea de los opuestos al concebir la pulsión más bien como un par indisociable: el sadomasoquismo. El artículo de Freud “Pegan a un niño” (1919) será un clásico, ya que ahí se despliegan las tres etapas de la fantasía de fustigación que darán pie para que Lacan, psicoanalista francés, aborde la estructura de la pulsión como un movimiento de vaivén, para que introduzca un tercero, el Otro, y que se deseche, por lo mismo, esta idea de la complementaridad así como la tesis de que serían dos goces contrarios.

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