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Estas definiciones significan que el proceso de enseñanza-aprendizaje se desplaza del escenario tradicional para adquirir una amplia gama de relaciones, que según Torres (2001) incluye todas las estrategias para lograr la eficiencia, flexibilidad, inmediatez, oportunidad, actualización y rapidez que actualmente se exige a la educación e involucra:

a.
Separación de los maestros y estudiantes, al menos en la mayor parte del proceso.
b.
El uso de los medios tecnológicos educativos para unir a maestros y estudiantes.
c.
El uso de comunicación bidireccional entre estudiantes e instructores.

La educación a distancia tiene una sinergia propia; con base en ello asimila rápidamente los cambios, adelantos y recursos que le ofrece el entorno, precisamente por su carácter flexible y la eficiencia que promueve. El estudiante debe activar su propio aprendizaje (aprender a aprender), desarrollar destrezas y nuevas formas de comunicación que están inmersas en la elección de la educación a distancia.

Por otro lado, según Sánchez (2003), los facilitadores e institución que propician la educación a distancia se convierten en facilitadores abiertos a los cambios, de espíritu crítico e investigativo, con capacidad para adaptarse rápidamente a las exigencias del entorno, con amplia capacidad para comunicar, aprender y orientar el aprendizaje.

Sánchez, (2003) afirma que la educación a distancia constituye un término expresivo genérico en el que están incluidas las estrategias que se seguirán en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de manera que cuando se habla de esta modalidad implica tácitamente que se desarrolla en un espacio virtual, donde estudiantes y profesores no se encuentran en el mismo espacio o lugar y en la mayoría de los casos, ni siquiera en el mismo intervalo de tiempo.